Este relato me llegó por correo esta
mañana y vaya que si me hizo sonreír y mover la cabeza en señal de ¡sí, eso es, así es como debe de ser!
El relato de Aina es muy conmovedor y me
alegro de compartirlo aquí con ustedes. La autora sabe que su historia forma
parte de las historias de la vida y que nuestras historias ayudan a sanar, así
que ella me ha pedido que lo comparta y con el corazón en la mano y una sonrisa
en la cara, aquí se los dejo.
~♥~
El camino espiritual de una mujer empieza con su primera menstruación. Esto es lo primero que se me viene a la mente para
empezar este relato de mi corta vida menstrual, pues quiero compartirlo con
todas ustedes, porque sé que me entenderán a la perfección y se sentirán
identificadas conmigo…
Bueno, empiezo esta historia presentándome, mi nombre es Aina y
tengo diecinueve años. Soy una mujer entre muchas, aunque tengo una
característica que quizá a ustedes les parezca curiosa y peculiar: soy ciega de
nacimiento. No me avergüenza decir
que soy ciega, como tampoco me avergüenzo de tener la menstruación, me siento
orgullosa de ser una mujer que, desde siempre, he sentido mi lunita más que
otras mujeres que me rodean. De hecho, mi primera luna fue una verdadera
iniciación chamánica, contando con que yo no tenía ni idea de estos temas. Lo voy a contar muy brevemente: unas semanas antes, soñé con una serpiente enroscada en una
hiedra, la cual se desenroscaba y cuando su cuerpo ocupó todo el tronco de la
enredadera, sentí como una especie de éxtasis, mi primer orgasmo. Yo no le
presté mucha atención, porque tenía otros problemas externos, pero las señales
continuaron. Justo el mismo día que empecé a sangrar, estaba leyendo un
maravilloso libro de Isabel Allende
que se titula La Ciudad de las Bestias,
y cuenta la historia de un chico estadounidense que viaja al Amazonas con su
abuela; allí conoce a una chica y juntos emprenden un viaje fantástico, guiados
por una tribu indígena a los que llaman la Gente de la Neblina. Bueno, pues
ellos le hacen al chico una iniciación masculina al mundo de los adultos,
mientras que las indígenas le explican a la chica que una niña se hace mujer
cuando sangra por primera vez, y justo
en ese momento, comencé a sangrar yo… eso sí que lo tuve en cuenta, pero no
sabía cómo interpretarlo.
Durante algunos años,
tuve sentimientos encontrados con mi lunita: me gustaba tenerla, pero a la vez
me disgustaba la sangre, los dolores, el no poder bañarme en la playa, el mal
humor que tenía… hasta que me pasó algo que me hizo cambiar. Estuve tomando
corticoides durante un año por una operación que me hicieron en los ojos y estos medicamentos hicieron que mi regla no
viniera durante tres meses. Yo estaba alarmada y me sentía bastante
hinchada, pero los médicos no le daban importancia. Entonces dejé de tomarlas y a la semana mi lunita reapareció y estuve
tan contenta de volver a verla que sonreí por primera vez desde que me viniera
la menarquía y juré no tomar nunca más medicamentos alópatas y estoy mucho
mejor con todo, créanme!
Entonces me lo tomé
como una rutina y me ponía nerviosa si se retrasaba, como todas las mujeres de
mi familia, pero yo sabía que había algo más…tenía sensaciones, visiones, sueños lúcidos y todas esas cosas,
pero cuando se lo contaba a mi madre me decía que estaba loca y yo le decía
que, por pura lógica, ella debería sentir cosas similares, y me respondía que
no tenía tiempo para pensar en esas cosas, lo cual me desconcertó bastante. Yo
me callé la boca durante algún tiempo, hasta que empecé a indagar en el mundo
espiritual y alternativo: Reiki, homeopatía, gemoterapia pero me faltaba algo.
Entonces, por un flechazo del destino, encontré a Miranda Gray y su fantástico libro Luna Roja. Esto me
despertó muchos sentimientos nuevos, pero a la vez me abría de nuevo a otros sentimientos viejos que yo intentaba reprimir
por no tener cómo nombrarlos ni explicarlos.
Bueno y después de
todo esto, ustedes se preguntarán cómo manejo la parte física de mi lunita.
Pues bien, lo primero que tengo que decir es que el hecho de ser ciega no hace
que resulte más complicado estar en esta situación de ser mujer. Yo no puedo
ver la Luna, pero me guío por las
energías y con la ayuda de las webs de Internet que te dicen cómo está la
Lunita hoy. Yo soy de
luna roja, así que mi flujo comienza
con la luna llena, desde que estoy estabilizada y trabajando conmigo misma va
siguiendo fielmente a la Luna, como un girasol que sigue al Sol. Una semana antes, noto
cómo mis poderes de Bruja van resurgiendo de las profundidades y veo
serpientes, caras grotescas y brujas, todo esto en una cueva y tengo más
sensibilidad y conexión con la Madre Tierra, así que siento que pronto
llegará el momento de replegarme a mi interior. Además, como mi cuerpo es sabio y
conoce mi dificultad física, me avisa con unas punzaditas en el bajovientre
para que me vaya preparando, porque dentro de algunas horas saldrá el maravilloso jugo de mi interior…
Para saber si estoy
sangrando o no, tengo primero que distinguir el flujo vaginal –que es muy
abundante en estos momentos- de la sangre real, así que tengo que tocar y oler
mi ropa interior, esto no me da ningún asco porque lo he hecho desde siempre y
es una cuestión de autosuficiencia: tienes que saber cuándo empiezas a sangrar
antes de que otros te lo digan… Durante
todo mi sangrado, necesito oler y tocar la sangre para saber en qué momento voy
a terminar de sangrar, porque la textura y el olor es diferente en cada día de
sangrado y su regularidad me hace saber que todo va bien. Además está el
hecho de que me gusta oler mi lunita, porque siento que estoy viva: cuando me
lavo lo hago sin jabón, para después
llevarme las manos a la nariz y oler mis dedos cubiertos de roja y caliente
sangre, abundante el primer día, llena de coágulos en el segundo y tercer
día, y poquita al cuarto, cada una con su olor característico.

Espero que les haya gustado este pequeño
relato y les sirva de algo mi experiencia para avanzar en este camino.
¡Juntas
podremos cambiar la sociedad!
Reciban todo mi afecto,
Aina